sábado, 19 de marzo de 2011

Veo, veo… ¿Qué ves?

A propósito de la pintada infantil del jueves 17

 

Pensaba que con la acción se abrirían algunas  cuestiones en el sitio, aunque no había que esperar demasiado de este primer encuentro vecinal. Sólo posibilitar que en el taller extraescolar del colegio Andalucía los niños eligiesen sus juegos, que intuitivamente los dibujaran y colorearan en un folio para, dos días después, trasladarlos a la calle –a alguno de esos vacíos que existen en la avenida, esos que los profesores de la ETSA llaman residuales- con sus botes de pintura y sprays, sólo eso suponía una experiencia suficiente para que ellos y nosotros tomáramos conciencia de lo que tenemos y podemos vindicar.
Si con ello, además, se abría un proceso de comunicación, en primera instancia, entre compañeros, maestros y amigos, luego con la familia, por último con nosotros en el sitio, un primer nivel de participación y compromiso del niño estaba ganado. Elegir, interpretar y comunicar…
Pero ha habido más. Se nos ha devuelto con creces la valoración de estos rincones entre bloques. Son espacios con aire suficiente para sus deseos, tan alargados cuando corren como envolventes cuando juegan sobre el tablero pintado; se potencian cuando aparece el color –algo natural, por donde los niños se mueven a sus anchas- diferenciando escenas diversas en ámbitos muy cercanos; el uso del niño transforma el espacio urbano en lugares para encontrarse y sentirse cómodos unos jugando, otros paseando o mirando sin más.

Mapa de la energía.

Tendríamos que fijar la figura que registre la acción, el resultado de esta experiencia y construcción particular e irrepetible, ya que el juego, al igual que la fiesta, sólo existe en cuanto que se celebra y siempre será distinto.
¿Y si iniciáramos el intento procediendo como el niño, hasta hacer confundir en nosotros realidad y juego, donde todo gesto se convierta en señal generadora de tensiones y decisiones?
Ya nos lo decía Gadamer en Verdad y método, ‘el espacio del juego en el que éste se desarrolla es medido por el juego mismo desde dentro, y se delimita mucho más por el orden que determina el movimiento del juego que por aquello con lo que éste choca, esto es, por los límites del espacio libre que limitan desde fuera el movimiento’. Un juego en relación a quien lo ejecuta y un hacer, como el movimiento en la danza, capaz de medir desde dentro el espacio de dicha representación y señalar los propios límites al margen de los que nos vienen dados. Con el ensayo como desvelamiento y la interpretación como forma, aparecerán ámbitos e instalaciones donde demorarnos, surgirán relaciones distintas con antiguos personajes a partir de nuevos impulsos, se manifestarán energías allí presentes.
Este proceder, que supone para cada uno de nosotros un particular encuentro con la realidad, conduce a la necesaria invención de los escenarios sobre los que presentarnos y en los que re-presentar las cosas allí encontradas. Tendremos que hacer aparecer la estructura de dicha escena, las líneas que, aunque de manera provisional, son imprescindibles para nuestra comprensión y la de ellos.

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